Soy Constanza Oneto, una arquitecta que hace joyas.

Cuando era chica, mi abuela me enseñó a tejer, bordar, pintar y después descubrí las mostacillas e hilaba collares y pulseras. Ella me contó que hacer joyas era uno de sus deseos no cumplidos y tenía varios tarros de monedas de $1 guardadas porque alguna vez quiso hacer joyas de inspiración Mapuche. Esta historia y el vínculo tan fuerte que tenía con ella, fueron el motor que hizo crecer mi interés por la joyería.

Cuando estaba en la universidad hacía accesorios de bisutería, pero soñaba con hacer joyas. Años después, en 2018, tomé la decisión de aprender orfebrería y me matriculé en la Escuela de Claudia Correa.


Si bien soy arquitecta, me fui por el camino de la joyería y puedo decir que esta es mi forma de hacer arquitectura. Un arquitecto no solo hace casas (como el común de la gente lo piensa) y el diseño es un rubro demasiado amplio como para definirlo en una sola palabra.

La línea de diseño se basa en mi formación profesional, inspirada en la ciudad, sus formas y el minimalismo, con un toque de atemporalidad, porque nunca me gustó seguir las modas del momento.

Los diseños los hago en mi taller, trabajo con plata 950 y, a pedido, con oro de 18K. Soy súper preocupada de los detalles y de las terminaciones, a veces un poco muy perfeccionista, dando lo mejor de mi para entregar una joya hermosa.

Las joyas son exclusivas, de producción a baja escala. Todo lo hago a mano, sin moldes. Uso herramientas manuales, a veces hasta un clavo me sirve, y me apoyo con máquinas para perforar, lijar y pulir. 

 

Lo que más me preguntan es si ejerzo como arquitecta. Trabajo como gerenta de proyectos en una entidad patrocinante, con viviendas sociales. 
Mi jornada es super larga: de 10 a 18 en oficina; de 20 a 01 en taller, pero me hace tan feliz que aún puedo combinar ambas pasiones. El sueño a mediano plazo es poder vivir 100% de esta marca, ¡estoy trabajando para eso!